Algunas
mujeres en los evangelios: Una óptica junguiana
No son muchas las ocasiones en que se
mencionan mujeres en los Evangelios; aparecen en apenas sesenta y seis ocasiones
en total, en los cuatro libros. En veintitrés oportunidades se menciona a María,
hija de Isabel, madre de Jesús. En siete instancias se menciona a otras dos
mujeres, también conocidas como las “Mujeres de Betania”. Y en treinta y seis
ocasiones a otras varias mujeres.
Empezando por las dos mujeres
mencionadas en segundo lugar, sus nombres eran Marta y María y eran las hermanas
de Lázaro de Betania, a quien Jesús resucitó cuando ya llevaba cuatro días
fallecido (Juan 11:38-39). Betania era una localidad cercana a Jerusalén, cuya
antigua ubicación exacta, es hoy imposible de precisar. Tanto Lázaro como su
familia son identificados en Juan 11:5 como personas a las que Jesús tenía en
alta estima, “amaba” dice el texto. Cuando Jesús está llegando a la casa de
Lázaro, este ya llevaba cuatro días fallecido, había sido enterrado y sus
hermanas estaban recibiendo el consuelo de sus amigos y vecinos.
Marta, la mayor de las hermanas de
Lázaro, sale a encontrar a Jesús cuando escucha que se acerca (Juan 11:20), y le
reclama que si él hubiera estado con ellos, Lázaro no habría muerto. A esto
Jesús le responde que Lázaro va a resucitar, a lo que Marta dice que sabe que
resucitará al fin de los tiempos; Jesús le explica que él es la resurrección y
la vida y entonces la mujer le dice que ella cree que Jesús es el mesías (Juan
11:23-27).
Después de decir esto, Marta va a llamar
a su hermana, María, y le cuenta que el maestro está cerca (Juan 11:28-29).
María sale rápidamente al encuentro de Jesús y se postra a sus pies, diciéndole
que si él hubiera estado en Betania, Lázaro no habría muerto (Juan 11:32). Jesús
decide entonces ir a la cueva donde estaba el sepulcro de Lázaro y pide que
quiten la piedra que cubre la entrada. Marta le dice a Jesús que no le parece
apropiado, ya han pasado cuatro días y seguramente el olor será muy fuerte (Juan
11:38-39).
Aquí vemos una primera diferencia entre las actitudes de ambas hermanas.
Ante el pedido de Jesús de quitar la piedra que tapa la entrada a la tumba,
Marta hace un señalamiento de orden totalmente práctico, en relación al olor que
se percibiría. Por otro lado, María en cuanto se entera que Jesús está cerca, va
a sentarse a sus pies.
¿Qué más sabemos de las hermanas de Lázaro? Según vemos en (Lucas
10:38-42), Marta era una mujer que se ocupaba, y preocupaba, con muchas
actividades en su casa; en una visita que Jesús realiza a la familia, ella
reclama que no le parece bien que su hermana –María- no la ayude a servir y que
Jesús debería indicarle que lo haga.
Ese mismo texto nos señala la diferencia principal que hay entre ambas
hermanas. Mientras Marta dedicaba toda su atención a los quehaceres domésticos y
a servir a sus invitados, María simplemente se sentaba a los pies de Jesús y
escuchaba sus enseñanzas. Ante el pedido de Marta de que el Nazareno intervenga
ante la situación de ‘falta de ayuda’ de María, Jesús le señala “…María ha
escogido la buena parte, la cual no le será quitada.” (Lucas 10:42).
Podríamos pensar que las “Mujeres de Betania” simbolizan distintos
aspectos de lo femenino, lo cual nos lleva a pensar en el Arquetipo del Ánima
(la representación de lo femenino que hay en la psiqué de los humanos) y sus
distintos estadíos, según los elaboran algunos autores junguianos y
post-junguianos.
La primera persona en profundizar en los distintos estadíos del Ánima fue
Antonia Wolff, una analista junguiana suiza, quien fue paciente y,
posteriormente, colaboradora y discípula directa de Carl G. Jung. En Wolff
(1956), la autora habla sobre cuatro estadíos del Ánima, a los que llama la
Madre, la Hetaira, la Amazona y la Mujer Médium.
Un autor más moderno, psicólogo clínico
junguiano argentino, Horacio Ejilevich, trabaja también el tema de los estadíos
o estados del Ánima y contabiliza nueve estadíos, cuatro de los cuales coinciden
con los de Wolff. Los identifica como Hera (la Madre), Lilith (la Mujer Médium),
Hetaira, Amazona, Atenea, Casandra, Pistis Sophia y Ánima Sola. Ejilevich
(2012), señala que es prácticamente imposible caracterizar los estadíos del
Ánima como si fueran compartimentos estancos; lo más probable es que nos
encontremos con una mezcla de dos o más estadíos en cada mujer.
Tomando esta idea, también señalada en
Wolff (1956), este trabajo intenta ver los distintos estadíos del Ánima de los
cuales podemos ver algunos indicios en las Mujeres de Betania. En Marta, mujer
práctica y claramente doméstica, vemos características que se corresponden con
el estadío de Hera (la Madre). Entre ellas, podemos señalar la dedicación casi
exclusiva (o aparentemente exclusiva en el caso de Marta) al hogar, la cocina y
la limpieza. Sumado a su deseo de recibir muy bien a las visitas, esto la
transforma en lo que podríamos llamar una perfecta ama de casa. De todas formas,
hay un aspecto de este estadío que, según relatan los evangelistas Lucas y Juan,
no parece haberse desarrollado en Marta; no se relata que ella haya formado una
familia propia (nunca se menciona que haya tenido hijos, por ejemplo).
Por el otro lado, en María vemos
características de más estadíos que en su hermana. Su gusto por sentarse a los
pies de Jesús y escuchar sus enseñanzas, nos podría estar señalando una cuestión
de predominio de la búsqueda de la sabiduría, que indicaría la presencia del
estadío de Atenea. Este estadío estaría también combinado con el de la Hetaira,
que le permitiría introducirse en un mundo ánimus sin necesidad de modificar su
esencia femenina (recordemos que los discípulos de Jesús que aparecen en los
evangelios son todos hombres). Tengamos presente también que según lo relatado
en el Nuevo Testamento, María no parece tener interés maternal en generar una
familia, otra característica del estado de la Hetaira. En María parece haber
algún aspecto también de otro estadío del Ánima; el de Lilith o la Mujer Médium
como le llama Wolff (1956). Este estadío, como señala Ejilevich (2012), se
relaciona con la mujer emancipada, con el paradigma de la igualdad entre hombre
y mujer, que está teniendo cada vez más importancia en el mundo actual.
¿En qué otras situaciones se relaciona
Jesús con mujeres, según los Evangelios, además de aquellas en que aparecen su
madre y las “Mujeres de Betania”? Según nos relata una estudiosa mormona
norteamericana de la Biblia (Farell, 2014), Jesús se relaciona con mujeres en
otras treinta y tres ocasiones[1],
en algunas de ellas de forma individual y en otras de forma grupal. En
Lucas (8:2-3) se relata que Jesús “pasaba por ciudades y aldeas predicando y
anunciando el evangelio del Reino de Dios. Le acompañaban los doce y algunas
mujeres que habían sido libradas de espíritus malignos y de enfermedades: María,
llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; y Juana, mujer de
Cusa, administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que les asistían con
sus bienes”. Como señala (Balaguer, 2016), este grupo de mujeres parece haber
realizado tareas de servicio, actuar como diáconos.
En resumen, se identifican situaciones
donde veintiséis mujeres individuales se relacionaron con Jesús, más un número
no especificado de mujeres, en otras siete situaciones grupales. De todo este
grupo, aparte de su madre María y de Marta y María de Betania, resalta en
especial una mujer; otra María, llamada Magdalena. Como señala Jung
(1976), “El primer reporte sobre el Cristo resucitado lo hace María Magdalena,
de quien Cristo había sacado siete demonios”.
¿Pero quién
era María Magdalena? En Pope
(1910a), se indica que los Padres Griegos, identificaban tres personas
distintas; una en la pecadora que limpia los pies de Jesús con su cabello, otra
en María de Betania hermana de Lázaro y Marta y una última en María Magdalena.
De la misma forma opinan las Iglesias de la Reforma.
Los católicos, en su mayoría, sostienen que estas tres mujeres son en realidad,
una misma y única mujer. Siguiendo con Pope (1910a), vemos que,
según la Iglesia Griega (todas aquellas Iglesias que siguen el rito bizantino,
acepten o no la autoridad papal), María Magdalena se retiró a Éfeso y allí
murió. Sus restos fueron transferidos a Constantinopla
en el año 886. Por otro lado, según la tradición francesa, María Magdalena,
Lázaro y otras personas, fueron a Marsella y convirtieron toda el área de
Provenza. Se dice que la Magdalena se retiró a un monte cercano y vivió allí
treinta años de vida penitente. La cabeza de la santa, para esta tradición, se
encuentra en una gruta en la Iglesia de La Sainte-Baume.
En Carroll (2006) se señala que por muchos siglos
María Magdalena fue reverenciada como una de las principales santas,
personificando la encarnación de la devoción cristiana, definida como el
arrepentimiento. Por ser mencionada en pocas oportunidades en los Evangelios,
terminó funcionando como una especie de pantalla de proyección, donde se ubicó
desde una prostituta a una matriarca de una dinastía secreta, pasando por una
sibila y una ayudante o colaboradora de Jesús.
María Magdalena ha aparecido en la obra de diversos
artistas, en distintos tiempos. Leonardo Da Vinci la pintó en el Siglo XV;
Tintoretto la incluyó en algunas de sus obras en el Siglo XVI; en 1988 el
director cinematográfico Martin Scorsese filmó la película “La Última Tentación
de Cristo” donde la Magdalena se casa con Jesús; en 2003 Dan Brown publicó su
novela de misterio “El Código Da Vinci”, cuya trama se basa en que la dinastía
Merovingia (que gobernó Francia, Bélgica, una parte de Alemania y de Suiza entre
los Siglos V y VIII) sería descendiente de Jesús y María Magdalena. Esta novela
fue un éxito en todo el mundo e inclusive Hollywood filmó una película basada en
ella.
En Wikipedia, La enciclopedia libre (2018) se señala
que “El gnosticismo es un conjunto de corrientes sincréticas
filosófico-religiosas que llegaron a mimetizarse con el cristianismo en los tres
primeros siglos de nuestra era, convirtiéndose finalmente en un pensamiento
declarado herético después de una etapa de cierto prestigio entre los
intelectuales cristianos”. El propósito fundamental del gnosticismo es llegar al
misterio de lo divino a través de la mística, el pensamiento y la introspección.
En Encyclopædia Britannica (2017a) vemos que varios movimientos, religiosos y
filosóficos, fueron importantes hacia el final del Siglo II, en el mundo
greco-romano. Este conjunto de movimientos fue denominado Gnosticismo por el
filósofo británico Henry More, a partir del término griego gnostikoi
(γνωστικοί), los que tienen conocimiento (gnosis). En 1945, en Nag
Hammadi (Egipto) fue encontrada toda una biblioteca de manuscritos gnósticos, lo
cual permitió conocer mejor el pensamiento gnóstico. Uno de los manuscritos
encontrados –copto– contenido en el Códice Berlín 8502, junto a otros dos
fragmentos griegos anteriores, se conoce como el libro apócrifo el Evangelio de
María. Aquí se ve que
María Magdalena inclusive llegó a ser vista como una
seguidora de Cristo, con rango de apóstol. En este Evangelio Apócrifo, leemos
“Después de decir todo esto, Miriam permaneció en silencio, dado que el Salvador
había hablado con ella hasta aquí. Entonces Andrés
habló y dijo a los hermanos: «Decid lo que os parece acerca de lo que ha dicho.
Yo, por mi parte no creo que el Salvador haya dicho estas cosas. Estas doctrinas[2]
son bien extrañas.» Pedro respondió hablando de los mismos temas y les interrogó
acerca del Salvador: «¿Ha hablado con una mujer sin que lo sepamos, y no
manifiestamente, de modo que todos debamos volvernos y escucharla? ¿Es que la ha
preferido a nosotros?» Entonces Miriam se echó a llorar y dijo a Pedro: «Pedro,
hermano mío, ¿qué piensas? ¿Supones acaso que yo he reflexionado estas cosas por
mí misma o que miento respecto al Salvador?» Entonces Leví habló y dijo a Pedro
«Pedro, siempre fuiste impulsivo. Ahora te veo ejercitándote contra una mujer
como si fuera un adversario. Sin embargo, si el Salvador la hizo digna, ¿quién
eres tú para rechazarla? Bien cierto es que el Salvador la conoce perfectamente;
por esto la amó más que a nosotros. Más bien, pues, avergoncémonos y
revistámonos del hombre perfecto, partamos tal como nos lo ordenó y prediquemos
el evangelio, sin establecer otro precepto ni otra ley fuera de lo que dijo el
Salvador».”
Volviendo al Nuevo Testamento, en el Evangelio de
Marcos 14:43-50, se relata como Jesús es arrestado en Getsemaní, y
específicamente se señala que “Entonces todos los discípulos, dejándole,
huyeron” (Mc 19:50). Por otro lado, en el Evangelio de
Juan 19:25-27 se cuenta que junto a la cruz en la que muere Jesús, estaban su
madre, su tía María mujer de Cleofás y María Magdalena. Es decir que cuando los
apóstoles abandonaron a Jesús, María Magdalena fue una de las pocas personas que
permaneció con él hasta su crucifixión y muerte. Esta situación nos lleva a
pensar que quizás, María Magdalena haya pasado por los estadíos de la Hetaira y
de la Pistis Sophia que se describen en Ejilevich (2012). Este
autor señala que la Pistis Sophia puede verse como muy cercana a la
polaridad más elevada, más ultravioleta, de la Hetaira; “…[se] constituye en la
compañera indispensable del hombre, puesto que este transmite y vivencia el
mundo a través de ella.” (pg. 98).
La Pistis Sophia no es, en
principio, una mujer sino más bien es una enseñanza que Jesús dio a sus
discípulos, después de su muerte y resurrección. De hecho, existe una serie de
libros gnósticos coptos, de finales del Siglo II – principios del Siglo III,
llamados Pistis Sophia y Extractos de los Libros del Salvador. En estos
libros, el narrador es el Jesús Cristo ascendido y la protagonista es Pistis
Sophia. Como nos dice Ejilevich (2012) “La mujer que transita el estadio de
la Pistis Sophia se transforma en la “femme inspiratrice” del
hombre que tenga a su lado. En efecto el Ánimus suele idealizarla de una
manera tan grande, que pasa a desconocer a la mujer objetivamente, para
transformarla en un excelente soporte de proyección de su propia Imago del
Ánima…el ánima Pistis Sophia, pasa a ser una especie de mujer
ideal e idealizada, no tangible, rodeada de las más hermosas virtudes, que
convenientemente no deben ser mancilladas por el apetito carnal la mayoría de
las veces.” (pg. 120)
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[1]
La suegra de Pedro (Mt 8:14-15, Mc 1:30-31, Lc 4:38-39), la hija de
Jairo (Mt 9:18-19, 23-26; Mc 5:22-24, 35-43; Lc 8:41, 49-56), la esposa
de Jairo (Mc 5:40-43; Lc 8:51-56), la mujer con una
cuestión de sangre (Mt 9:20-22; Mc 5:25-34; Lc 8:43-48), las hermanas de
Jesús (Mt 13:56; Mc 6:3), Herodías (Mt 14:1-11; Mc 6:17-28; Lc 3:19-20),
la hija de Herodías (Mt 14:1-11; Mc 6:17-28; Lc 3:19-20), las mujeres
entre los 5.000 (Mt 14:21), las mujeres entre los 4.000 (Mt 15:38), la
mujer sirofenicia (Mt 15:21-28, Mc 7:24-30), la hija joven de la mujer
sirofenicia (Mt 15:21-28, Mc 7:24-30), la madre de los hijos de Zebedeo
(Mt 20:20-23, 27:56), la mujer que ungió a Jesús (Mt 26:6-13; Mc 14:3-9;
Jn 12:1-8), la esposa de Poncio Pilatos (Mt 27:19), varias mujeres que
miran a Jesús de lejos (Mt 27:19), María la madre de Santiago y de José
(Mt 27:19), la viuda que dio dos moneditas (Mc 12:41-44; Lc 21:1-4),
Salomé (Mc 15:40-41, 16:1-8), Ana (Lc 2:36-38), la viuda de Naín (Lc
7:11-17), la pecadora que limpió los pies de Jesús con su pelo (Lc
7:36-50), varias mujeres que fueron sanadas (Lc 8:2-3), Juana mujer de
Chuza (Lc 8:2-3, 24:1-11, 22-24), Susana (Lc 8:2-3), una mujer de
entre la multitud (Lc 11:27-28), una mujer con espíritu de
enfermedad (Lc 13:11-16), mujeres que lloraban y se lamentaban por Jesús
(Lc 23:27-29), mujeres que siguieron a Jesús desde Galilea (Lc 23:49,
55-56), demás mujeres en la tumba vacía (Lc 24:1-11, 22-24), la mujer
samaritana en el pozo (Jn 4:7-42), mujer sorprendida en adulterio (Jn
8:1-11), la madre del hombre nacido ciego (Jn 9:2-3, 18-23), María mujer
de Cleofás (Jn 19:25), la hermana de María, madre de Jesús (Jn 19:25).
[2] Aquí hace referencia a unos párrafos donde se habla sobre las siete potestades que el alma debe superar para ascender.